BUENOS AIRES.
Se le nota cabizbajo, fastidioso y por momentos ido mentalmente de los partidos. No es el mismo Lionel Messi que se ve en el Barcelona. Esta versión argentina de 'La Pulga' es menos galáctica y más terrenal.
Pero está de parte de los especialistas buscar razones, el porqué de las cosas. No es hablar por hablar, como lo hacen muchos ‘sabios’ ambulantes del fútbol.
“Messi nunca juega mal. Los que juegan mal son los que tiene alrededor”, sentenció hace unos días Julio Grondona, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino. Y no está tan alejado de la realidad el dirigente, aunque hay matices que deben ser señalados.
A saber: en el Barsa Messi se divierte y es feliz. No es el salvador del equipo, sino la principal estrella de la constelación blaugrana. No es el habitual organizador del juego —tarea que magistralmente cumplen Iniesta y Xavi Hernández—, sino que suele terminar las maniobras ofensivas con esa envidiable calidad que sólo tienen los genios del fútbol.
Además de los cerebros del equipo culé, Messi dispone de otros notables compañeros que se ofrecen como descarga y conjugan verbos futbolísticos similares a los suyos, como el brasileño Dani Alves o los españoles Pedro Rodríguez o David Villa, por citar sólo tres ejemplos.
Nada de eso le ha ocurrido hasta el momento en la selección argentina, al menos en este equipo que participa en la Copa América.
El rombo —Javier Mascherano, Ever Banega, Esteban Cambiasso y Messi— con el que el técnico Sergio Batista pretende elaborar juego fracasó rotundamente ante Bolivia y Colombia.
Los laterales pocas veces han sido opciones de pase para el ‘crack’, mientras que los delanteros titulares en estos dos encuentros —Carlos Tévez y Ezequiel Lavezzi— tampoco han sabido interpretarle, especialmente el ‘Apache’.
Messi, entonces, se siente obligado a hacerlo todo solo: buscar el balón cerca de Mascherano, dejar en el camino a una serie grande de rivales, habilitar a sus compañeros y marcar goles.
Anduvo cerca de su nivel promedio en buena parte del primer tiempo frente a Bolivia, pero ante Colombia solamente entregó una exquisita asistencia a Lavezzi antes de ser ‘deglutido’ por el tapón Carlos Sánchez.
La clave la dio el sensato Mascherano al destacar que "no es culpa de Messi" que Argentina juegue mal y al priorizar lo colectivo sobre lo individual para que un equipo funcione adecuadamente. No hay otra.
Este mismo problema lo sufren otras estrellas mediáticas como: Cristiano Ronaldo, Wayne Rooney, Frank Lampard, Steven Gerrard y las estrellas brasileñas que participaron en el último Mundial (incluyan a un ex jugador como Ronaldinho en esa lista, ya que nunca pudo mostrar este talento endiablado en la Selección o a Kaká, que jamás ha ganado un Mundial). Solo los españoles y los alemanes pudieron conjugar un fútbol colectivo mágico para poder extraer todo el potencial de sus estrellas.
Por su parte, Argentina sigue esperando al astro del Barcelona, pero antes debe formar un equipo que lo contenga porque esto no es tenis sino fútbol, un deporte colectivo. Hasta el mejor del mundo necesita un contexto. Hasta los mejores de la historia necesitaron un equipo detrás para realizar sus pilatunas con el balón. Si es mentira, remítanse a la historia.
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